lunes, 6 de diciembre de 2010

LAS AFICIONES SEXUALES DEL SEÑOR TIEMPO

Se me ha caído el tiempo desde una baldosa de la cocina. He corrido a sujetarlo mientras se escurría por los azulejos, pero ha resbalado entre mis dedos. Se ha estampado contra el suelo y no soy capaz de arrancarlo. He probado con la espátula con la que raspo la grasa de la vitro, no hay forma. Pegado. Está pegado en una loseta del suelo. Le clavo las uñas, le clavo el tenedor. Ni se inmuta.

Se descompone, se vuelve verde. No se levanta ni un poquito. Lo disuelvo con amoniaco. Es peor, se hace viscoso, me adhiere la planta de las manos. Me absorbe.

Se ha tragado mis dedos. Tiro. Me empuja hacia dentro. ¡Me estoy poniendo nerviosa! Ya tengo enterradas las muñecas.

Pataleo. El tiempo empuja con fuerza. Grito, lloro, me paro a pensar. Ya no noto la presión, me ha dado una tregua. Me calmo, intento buscar la manera de sacar los brazos de las losetas. Respiro profundo, el tiempo sigue paralizado. No encuentro solución, me angustio de nuevo y de un golpe, tira hacia abajo de mí hasta que pego la barbilla contra el suelo. Pido socorro.

Se abre la puerta de la cocina. No espero a nadie. ¿Quién está ahí?

Me tiembla el cuerpo entero, los brazos no, no los siento. Escucho pasos, no soy capaz de girar la cabeza hacia la puerta. Goterones congelados recorren mi frente. Mis pensamientos se han paralizado, el tiempo también. Se hace el silencio.

Me crispo de rabia y la loseta tira una vez más. Hunde mi boca y la nariz. ¡Ahora ni siquiera puedo gritar! Ya no siento tirones pero los pasos avanzan hacia mí.

No puedo girarme. Mis brazos y media cara están enterrados en el suelo. Me sujeto con fuerza sobre las puntas de los pies. Los pasos se han detenido tras mis piernas alzadas. La respiración se me acelera a la velocidad de una noria. Siento el frío de unas palmas rugosas sobre mi espalda. La saliva se cristaliza en mi garganta. Estoy inmóvil. La mismas manos heladas se deslizan por mi cintura. Dedos como hielos dibujan mis nalgas. No soy capaz de adivinar a quién tengo detrás modelando en mi carne figuras asimétricas. ¿Será el tiempo? Es el tiempo.

Desliza suavemente mi pantalón del pijama hasta las rodillas y de un tirón me arranca las bragas. La cocina se inunda de alaridos, el muy capullo ha asestado sus treinta centímetros de verga contra mi ano. ¿Y ahora qué? Me guiña un ojo sonriente, agitando a modo de adiós los cinco dedos, mientras se confunde con las baldosas de la cocina.

Holgadas las losetas consigo sacar los brazos, la barbilla, la nariz. Me incorporo. Me subo los pantalones y me limpio el sudor con el paño que cuelga de la percha en forma de pera.

Suspiro. ¡Ya está el tiempo dando por culo!

2 comentarios:

  1. Esta es mi escena diaria, verla representada desde fuera sería maravilloso. Si eres capaz de eso tenemos mucho que hablar.
    Beso!

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