lunes, 6 de diciembre de 2010

DE AQUÍ PARA ALLÁ

DE SARA A JAIME

“Ya conoces la fauna, quiero descubrirte la flora. Te espero a las diez en el metro de Chueca. Ponte una falda cinturón y déjate las bragas en casa”.

Sí, si, esa misma cara puse yo cuando le escuché, pero te voy a ser sincera, me sedujo su firmeza y me dio morbo sentirme deseada por el mejor amigo de Víctor. Hace años que nos conocemos y sin embargo, nunca me percaté de que se sentía atraído por mí. ¿Gay? Es posible, pero no tan radical como tú. Sexual del mundo, diría yo. Sí, no te rías y déjame terminar. ¡Qué manía tenemos de etiquetar el sexo! Qué tú no seas capaz de estar con una tía no quiere decir que le ocurra lo mismo al resto. Llámalo gay o equis, pero te aseguro que Emilio anoche, me folló como nadie.

Siguiendo sus instrucciones me enfundé en la falda vaquera desgastada, esa que Víctor me tiene prohibida. Te ríes, Víctor va de liberal pero es más moro que el mismo Tomás. Nunca te líes con un hetero, Jaimecito. Reventé los labios en rojo Channel y empitonando una camiseta blanca salí disparada al campo de batalla. Me miraban todos los tíos, ni las putas de Capitán Haya van tan perfumadas de sexo.

Nada de dos besos, ni un hola siquiera. Me agarró la nuca y me limpió la campanilla mientras restregaba el paquete contra mi faldita invisible. Sí, así de fuerte. Durante el primer segundo pensé en Víctor, luego no. Me costaba creer que fuera Emilio quien me besaba con tanto ímpetu y yo quien recibía latigazos en el estómago .

El primer local que visitamos era tan rosa como sus habitantes. El “Panther” ¿Lo conoces? Genial, así te ubicas. Emilio soltó mi mano y se alzó sobre la barra para besar al camarero. Comenzaron a hablar. No sé decirte cuál de los dos lanzaba más pluma. Emilio imitaba los gestos exagerados de su interlocutor. La libido abajo. Me había dejado a un lado, me ignoraba. Tosí intentando captar su atención y se giró de sorpresa. “Sara, la mujer de un colega”. El camarero torció la boca y frunció las cejas con gesto de extrañeza, con desgana me besó las mejillas. “¿Qué os pongo?” “Cachondos”, chiste fácil de Emilio que resolvió sentándome sobre sus rodillas. La libido arriba. Comenzó a lamerme la oreja mientras se liaba un porro de maría. Yo estaba anestesiada, apenas me atrevía a hacer. Me susurraba cochinadas al tiempo que me mojaba el tímpano de saliva. Me estaba poniendo tan cachonda que olvidé que andábamos en un local público. Perdí el control y la noción de todo. Desaté el cordón de sus pantalones de pintor, él tampoco llevaba gayumbos. Me clavé en su polla, tan dura como el tubo de ron que dibujaba mi lengua. Coloqué la cazadora entre mis piernas y empecé a menearme despacio. Le miraba. Sonreía.

Sí, Jaimecito, fue sublime, inesperado. Terminamos la copa al tiempo que sentía el agua caliente de Emilio recorrerme las pantorrillas y sus gemidos ahogados en el cuello. Pagamos y nos mudamos a otro garito. “El Clip” un local pequeño y oscuro, rebosante de personal. El humo salía por la puerta ¡imagínate! ¿Qué has estado allí con Emilio? No me extraña, debe ser su templo, le conoce todo el mundo.

El porro de maría declaraba sus efectos y entre risas comenzamos a besarnos y a toquetearnos sobre la barra. Yo pedí otro ron, él se abstuvo, supongo que temía que el alcohol le adormeciese los sentidos. Embriagada de humo, ron y caricias, se me fue la mano al primer pantalón que alcancé diferente al de Emilio. ¡Oye! ¿Qué dices? ¡Y las burradas que me cuentas tú!¡Estaría bonito! A ver si en pleno siglo veintiuno no hemos aprendido todavía que las féminas no somos el sexo ni débil, ni tonto. Pues eso, que casi antes de darme cuenta el recorte de mi falda vaquera desgastada se había llenado de manos. Yo me rebanaba en los labios de Emilio, los respiraba, me los fumaba ansiosa como si fueran mi último cigarrillo, olvidándome del resto, de todo, del mundo, incluso de Víctor. De nuevo me empaparon sus gemidos, esta vez traían forma. Me despisté del grupo y me refugié en el cuarto de baño para tomar aire. El espejo devolvía a la Venus de Botticelli. Había renacido. Frente a mí una mujer nueva.

Recorrimos todos los garitos de Chueca, y en cada uno de ellos me esperaba una sorpresa. Te ríes. No miento. Este chico es una explosión de genialidad y promesa. ¡Eh!!! ¿Por qué pones esa cara?

No, Jaime, no. ¡Ya estamos! Flipé anoche, Emilio me gusta, me gusta mucho, pero Víctor es mi vida, mi día. Si se entera se me acaban los días. ¡Vale! Igual toca aprender a vivir de otra manera.


DE EMILIO A VÍCTOR

Misión cumplida, tío. Ya te la he quitado de encima. Solo tienes que llamarla y decirle que te has enterado de la clase de zorra que convive contigo. Tienes mi testimonio, no me importa si me dejas por una cotilla maliciosa y barata. Por cierto, tu chica estira mucho más de lo que yo había previsto. ¿De verdad quieres deshacerte de ella? Sabes que no trabajo los coñitos refinados, pero vaya, hay que decir que Sara se maneja con estilo. ¡Ey! ¡Ey! No me vengas ahora con rollos de celos, que lo hice por encargo. ¿Qué ahora crees que la quieres? Flipo. No la quieres, solo te jode que haya estado conmigo. No estás enamorado de Sara, estás enamorado de la idea de alcanzar algo inalcanzable, y ella se ha alejado, por ahí te vuelve. No eres capaz de disfrutar de lo que tienes. No sabes sentir, Víctor, ni siquiera tienes el coraje de hablar con ella. Le tiendes una trampa para enfrentarte a ti mismo. No sabes vivir, amigo Víctor. No tienes ni puta idea.


DE JAIME A EMILIO

¡Hijo de la grandísima puta! Sara me lo ha contado todo. No te valía con enrollarte con una tía, además tenías que exhibirla en todos nuestros garitos, ante nuestros amigos ¡Que te den por culo, tío! Mejor no. Mejor te quedes condenado a los coños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario