viernes, 3 de diciembre de 2010

MÖET CHANDON

El silencio se ha convertido en la banda sonora de nuestra rutina. Me pierdo en las páginas de algún diario fantástico, que rebosa piernas y labios, mientras escucho tu sierra mutilando la madera. Ahora te ha dado por hacer muebles. Nuestro salón se ha empapelado de estanterías, sobre ellas colocamos lo tedioso. El mes pasado lo dedicaste a las mesillas y éste se lo entregas a un baúl en el que quieres guardar, aún no tienes muy claro el qué. Tú barnizas y yo leo. Yo te miro y tú no me ves. Me marea el olor fuerte y pegajoso. No me puedo mover, me has atado a la pata del sillón. Me castigas. No, Enrique, no soy capaz de encontrar el placer por ahí. No te empeñes, no me excita el estruendoso y desagradable Black and Decker, no trates de hacerme creer que es un estallido de virilidad y orgasmo. No encuentro sensualidad entre tornillos y tiradores.

Primero fueron las películas de DVD ¿Lo recuerdas? Empezamos con mucho entusiasmo. Tú preparabas el escenario. Esencia de sándalo, Moët & Chandon y la telita color perla que me cubría lo justo. Luego rociabas mis pechos con la cubitera congelada para que fuera perfecto, esperabas la respuesta inmediata y entonces activabas el play ¡Fabuloso! Yo miraba y tú me observabas mirando. “El corazón del ángel”. La sensualidad. Mikey Rourke me susurraba al oído que te marcharas, y yo le convencía de que sin ti nada era posible.  El jazz y Nueva Orleáns metían los dedos en mis bragas. Temblabas de placer. Comenzaba a excitarme y te pedía a gritos que cambiaras la película, demasiado pronto para alcanzar el orgasmo. “Martín H” y los monólogos cosquilleándome el sistema nervioso. Secabas las lágrimas de sudor que corrían por mi cuello y me besabas los dedos.  Juan Diego Botto y Federico Luppi se apoderaban de mi carne, Eusebio Poncela me susurraba al oído las melodías más denigrantes y tú te retirabas. Me olvidaba de ti, me dejaba llevar y estallaba el aullido voraz. Nuestro salón se transformaba en humano, gris, hermético y uniformado. Como si una varita mágica rompiera el hechizo. “¡No me sientes!” Gritabas entonces “Si te corres sólo con dos películas, si me apartas a la segunda, es porque no tienes ganas”.
No fuimos capaces de entendernos y tras varias discusiones decidimos cambiar el método de nuestros sentidos. Nostalgia. ¡Cuánto me habría gustado compartir contigo “El marido de la peluquera”!

La música, se nos ocurrió como alternativa a nuestra intimidad. Te estrené chorreando delirios con el “Temptation” de Diana Krall. Esta vez era yo quién dirigía. Actuabas tú. Me mirabas tímido, la notas entorpecían tus vagas expectativas, pretendías que yo te guiara. “¡Sé tú! ¡Haz!” Te indicaba cariñosa. Enarcabas las cejas y encogías los hombros. Mi adorado “Temptation” se arrugaba ante tus dudas. No supiste recobrar la grandiosidad de aquél dedito fláccido y pequeño, que se movía como un pececillo húmedo, entre los bafles de nuestro aparato de música. “¡Acarícialo! ¡Excítalo! Endereza”. Grité en algún momento impaciente. El miedo te impedía escuchar mis súplicas y el dios se convertía en gnomo. Cambié el disco, me fui a lo más pagano, a lo fácil. “Carmina Burana”. Te agarraste a mi cuello aterrorizado. Te espantaba enfrentarte solo a las notas. Te intimidaba mi parsimonia, querías que hiciera yo ¿Por qué siempre debo ser la parte activa? ¡A mí también me gusta dejarme hacer! Sabes que me excita el derroche de armonía entre mis piernas. Te da miedo. Rabiosa y malhumorada, comencé a restregar las notas buranas entre mis húmedos deseos y gruñí con rabia la respuesta. ¡Qué fácil era!

Nuevo intento. Los libros. La literatura. Yo amo las palabras y tú las aborreces. Perfecto contraste, desde ahí buscamos la contradicción y el morbo. Te pareció buena idea desviar nuestros gozos por ese sentido. A mí también. Vivimos momentos ardientes y maravillosos. “Los amores difíciles” de Italo Calvino dejaron marcas en mi cuello y ganas de más. Tú vomitaste. Pío Baroja sembró el árbol de tu ciencia y te hizo recobrar la seguridad. Nos conjuramos con los necios y Proust nos encaminó hacia nuestro tiempo perdido, a regañadientes y con montones de excusas que resultaban excitantes. Era perfecto. Yo hacía, elegía y deshacía. Sucumbí acariciando once mil vergas surrealistas.

“La broma” de Kundera me invitó a salir una tarde. Por algún motivo no te dije nada. Era domingo y comías en casa de tu madre. No sé por qué me decidí a hablarle a solas. Quizá me acerqué demasiado a sus páginas y le di pie a acariciarme la nuez. Me besó y dejé que me besara hasta que escuché la llave. “Termina rápido” le dije intentando apresurar su lengua dinámica que me llevaba al orgasmo. “¡Elige un libro!”. Entraste gritando por el pasillo “¡Tengo ganas de follar!” Y yo recién satisfecha, inapetente, me entregué a ti, no me quedó más. Con temeroso disimulo, escondí “La broma” en algún cajón, besando, eso sí, sus lomos de cariño y agradecimiento. Elegí “La mujer rota” y llegué a tus labios de la mano de Simone de Beauvoir y Monique.
Comencé a desear tu ausencia. “Ahora estamos solos, mi querido Ludvik”. “La broma” me incitaba a vivir nuevas glorias. No me apetecía, si quiera, compartirme con otros libros. No había ganas de ti. Me excusaba con dolores de cabeza para esconderme en el dormitorio, entre las páginas de mi amante prohibido. “La broma” y yo vivimos los momentos más tiernos y fogosos, hasta que Helena, celosa, te descubrió nuestro secreto. Me enamoré de “La broma” y tú lo arrojaste a la chimenea.
Te odio, Enrique, te aborrezco por ello ¡Suéltame de la pata del sillón! No. No estaba en el cine, ni en la música, ni en los libros. No está. No te empeñes en buscarlo en tu terreno, como dices. No está en los muebles, ni en la madera, aunque yo lea orgásmica en el sofá. No hay deseo. No me pone el Black and Deckerd, ni las mesillas ¡Qué no! No hay nada que guardar en ese baúl.

3 comentarios:

  1. ¡CON QUÉ ESAS TENEMOS!
    LO QUE PIENSO ES QUE PARA LA MAYORÍA DE LAS MUJERES Y ALGUNOS HOMBRES, LO QUE NOS RODEA MIENTRAS HACEMOS EL AMOR ES CASI TAN IMPORTANTE COMO LA PERSONA CON LA QUE ESTAMOS.
    ASÍ QUE CÓMO NO EXCITARSE LEYENDO FRASES ASI:

    "No nos acariciábamos de manera impúdica. Nuestra juventud ardiente se sometía al espíritu caballeresco de una pasión pura. Estábamos preparados para esperar." IRIS MURDOCH(El mar, el mar)
    DE LO QUE HE LEÍDO TUYO ESTE RELATO ME GUSTA MUCHO. AUNQUE YA SABES QUE YO TAMBIÉN SOY UN POCO FOLLALIBROS.
    ADIOS LOUCHETTE, HASTA PRONTO.

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  2. Te reescribo que con mi teclado mellado se me van las letras.

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  3. Para erótico el coño de Isla Correyero, que hasta en la boca de Rómar resultaba sensual. ¿Te acuerdas?

    Ups, que raro suena lo que escribo! En fin, tú sabes a lo que me refiero.

    Besito, Manuela, a ver si coincidimos pronto.

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