domingo, 12 de junio de 2011

TE DOY MI MUERTE ENTERA

Cuando la boca sabe a polla y las lágrimas a contorno de ojos, algo indica que estamos teniendo un problema.

- ¿Recuerdas El Horóscopo? – Allí hacíamos video-forums con films del pelo de Y Johnny Cogió su Fusil. Entonces teníamos dieciséis años y éramos pacifistas. Ahora no tengo muy claro que somos.

A veces creo que estoy muerta. Mi madre no me habla, mi amiga Elena tampoco. Los de siempre han desaparecido sin motivo y eso me hace pensar que me he trasladado a otro mundo y todavía no me he dado cuenta. O sí.

Mi aspecto sigue siendo terso a pesar de que, si no he calculado mal, ya tengo cuarenta y tantos años. Mis pechos y mi trasero desafían la gravedad. Me he quedado encajada en un físico disparado hacia el norte. Sin embargo, mi espíritu está carbonizado y huele a humedad. Debí morir hace unos cuantos años, si no me equivoca el ombligo. O lo mismo no me he muerto, dicen que las mujeres a partir de los cuarenta dejamos de existir. Será eso.

Sí,  me he muerto, sino de qué me vienes llamando al teléfono después de más de diez años sin saber de ti. Definitivamente, estoy muerta cuando te escucho decir que tengo a mi alrededor un aura de paz y de buen rollo. Ingenuo serías y mira que no lo creo ¿Diez años? He perdido la noción del tiempo.

- ¿Recuerdas el concierto de Mano Negra? – Entonces nos mirábamos y sonreíamos al escuchar el Mala Vida. La que nosotros nos dábamos. Valientes guerreros estábamos hechos en aquel momento. Si no recuerdo mal, vivíamos nuestros veinte y luchábamos con esperanza por un entorno más fácil. ¿No? ¿Lo recuerdas tú?

Mira, no sé qué me pasó, pero suicidarme no creo que me suicidara. Tiene que producir una impotencia insuperable el quererse apartar de tanta miseria sin saber si se hunde la cabeza en todavía más mierda. No, lo de suicidarme no va conmigo, estoy convencida de que eso es entrar en bucle. Tratar de desafiar los malos tragos es luchar contra un nido de monstruos. No fue eso, estoy segura. Con lo curiosa que yo soy. No fue eso.

Siento que morí sin conocer el amor. Y mira que te empeñas en decirme que sí, que el amor eras tú. Ahora te recuerdo en el guardarropa de alguna discoteca, camarero y comercial después. Luego fuiste guionista y muy apuesto. Años más tarde abogado. Otros periodista en forma de ángel, que trató de llevarme al cielo, creo, pero como soy rebelde de naturaleza, igual terminé en el limbo o vete tú a saber. Ahora eres fotógrafo, vaya consuelo, si fantasma como estoy, no soy capaz de salir en tus fotos.

No sé que fui yo antes, igual cupletista si echo la vista a la trayectoria que relato. En este momento soy administrativa o eso indica el ordenador que tengo pegado a los muslos. Sí, debo estar muerta porque calculo primas que casi nadie paga y tengo a otros contables a mi alrededor que no se mueven, ni dicen nada que no sean números.

Hoy te he visto otra vez. Que no te hago caso, dices, y que tú eres muy sensible. Con lo que yo desconfío de la gente que dice de sí misma que es muy sensible. ¡Ay! No te pega nada. Qué vivos estábamos descarnando a Johnny y escuchando el Mala Vida.

Esta mañana ha venido mi madre a despertarme a la cama. El reloj llevaba un buen rato rebotando las paredes en vano. Eran las ocho o las nueve, no sé, he perdido la noción del tiempo. He salido corriendo hacia la ducha. La he escuchado gritar por el camino, a mi madre, digo. Me he asomado por el arco que separa el salón de mi dormitorio. Yo también he gritado, alaridos sordos. Ni mi madre, ni los vecinos se han inmutado, tanto jaleo que estaban armando. Mi cuerpo y el tuyo sangrando en la cama y Elena apoyada sobre la pared con los ojos rojos, respirando como si no hubiese aire en el mundo, cuchillo en mano. Otra vez nos mata el amor. Mira que eres cansino.

La boca de Elena huele a polla, la mía ya no huele a nada.

Te agradecería que en la próxima fueras cirujano estético. Me han salido unas arruguitas que estorban mis labios. ¡Ah! Y tengo entradas para ver a La Familia Atávica. Mano Negra ya no existe (pasaron a mejor vida). Y qué quieres que te diga, pasando del Johnny que a ti y a mí ya nos da lo mismo ese rollo guerra-paz, ese luchar por nuestros principios y un mundo más agradable. Y sé más sutil en la siguiente, que me gusta ser la única víctima.

Estoy muerta, cada vez lo tengo más claro. No me habla nadie, apenas tú de vez en cuando, para recordarme que ni por esas soy libre. Pero no se está tan mal aquí. Por no saber, no hay nada que sepa.