lunes, 31 de enero de 2011

LO ETERNO IMPONE LO BREVE


Yo, que amo lo breve aunque solo sea bueno una vez, me encuentro con algo enorme que se multiplica de tan malo.

Soy muy nerviosa, pero aquella tarde llegué a ver bocas y narices dibujadas en las paredes de mi salón. Estaba histérica y decidí bajar al Angie a tomar una Hendricks y a comentar con Dani, el camarero, las últimas novedades del barrio. La muerte de Pele, mítico guardián en la puerta de los antros de Malasaña. La multa que debía soportar el Mercurio por dar conciertos clandestinos o el rastreo de la poli por los baños para evitar las noches blancas, entre otros chismes. A pesar del frío inhumano que gobierna en mi apartamento sin calefacción, me di una ducha de agua congelada para aplacar mis temblores y escogí ropa ligera. Mi cuerpo era ajeno a la temperatura externa y salí a la calle con el pelo aún mojado.

Por primera vez el Angie olía solo a ambientador y se respiraba aire puro. Acabábamos de estrenar la ley antitabaco y el garito se hacía raro sin su nube de humo familiar, motivo por el cual estaba casi vacío. La clientela se apiñaba en la puerta con el fin de fumar y molestar con sus conversaciones a los vecinos del primero. Me alcé sobre el primer taburete que vi vacío, pedí una Hendricks bien fresquita con rodajas de pepino, (pese al frío mi cuerpo conservaba una temperatura ambiente tropical), y comencé a charlar con Dani.

Sentí unos ojos clavados en mi escote ruborizado y no pude evitar una respuesta que empitonaba hacia el póster de Bob Dylan que tienen colgado en la pared del fondo. En el taburete de al lado estaban ocurriendo cosas de las que se me hacía partícipe y decidí no perdérmelas. Sonreí a Dani y guiñé ojos por doquier.

- Ponle otra Hendricks – El de al lado se decidió a romper tanto misterio y yo acepté sin ningún recelo. Me bebí la copa de un trago como Salma Hayek se bebe la botella de tequila en esa película en la que interpreta a Fridda Kahlo y sin darle las gracias tiré de él hacia la calle. Atravesamos la marabunta de fumadores que protegían la puerta del local y en silencio, nos encaminamos hacia mi apartamento.

Subimos las escaleras apresurando los besos y los tocamientos. Al llegar al tercero me tumbó sobre uno de los escalones y se me echó encima, me tapó la cara con el vuelo de mi falda y sonreí. Lo tenía fácil, con los nervios y las prisas había olvidado ponerme las bragas. Se bebió mi respuesta de un trago como yo la Hendricks en la barra del Angie y me vi obligada a masticar con fuerza la tela para evitar ser la comidilla en la próxima reunión de vecinos. Le agarré con fuerza del pelo y estrujé su boca contra la mía. Cuando comenzó a desabrocharse el cinturón le obligué a incorporarse alegando que sin preservativo me convertía en frígida.

Llegamos al quinto. Yo metí la llave en la cerradura y él su dedo por todos sitios. Mi apartamento se inundó de jadeos y las prisas nos llevaron casi a terminar en el pasillo, pero el suelo estaba demasiado frío y duro y yo no apartaba de mi cabeza la impresión que se estaría llevando mi vecino. Fue en el sofá, entonces, fue sublime e inesperado, fue la hostia. Le invité a dormir en mi cama y no sé por qué, antes de apagar la luz y mirándole a la boca le dije: “Te quiero”, un te quiero bajito y sin explicación que se me va a repetir el resto de mi vida.

Puse el despertador, pero la alarma nos llevó a comenzar de nuevo y se hizo tarde. Apenas recuerdo como se marchó, ni siquiera tomó un café conmigo. Yo me puse mi vestido blanco, me hice un recogido rápido y tal y como dicta el ritual, llegué tarde a la iglesia.

  

viernes, 28 de enero de 2011

EL AMULETO DE LA SUERTE

En algún momento pensé que te habías marchado, pero sigues ahí. Ahora mismo has decidido quedarte. Te necesito. Eres mi amuleto de la suerte, no te puedo perder.

Mi durante fue tuyo, te lo regalé según brotaba a borbotones. Cruzamos juntos la frontera entre el antes y el después, ahora quiero que tengas mi después. Te nombro espectador de mis días, te los entrego uno a uno para que hagas con ellos lo que quieras, para que los compartas, los disfrutes o los ignores. Son tuyos. Míralos, estrújalos hasta hacerlos sangrar o tíralos a la basura para siempre. El antes ya casi no existe, a veces me visita en sueños, pero cuando despierto sé que fue una pesadilla. No hay antes, no hay realidad. Fue una pesadilla. Dejo mi después en tus manos, tú guías, eres mi amuleto de la suerte.

Mis días se van marcando por dos elementos, los sueños y tú. Mis sueños me condicionan el estado de ánimo y tú, de alguna manera y sin saberlo, vas dirigiendo mi destino.

Hoy te he visto torcer por el pasillo. He sentido el amuleto en la palma de la mano, lo he encerrado en mi puño, lo he acariciado con ternura. Auguro momentos de felicidad. Mis inquietudes marchan, te ven y te siguen. Hay mucha luz. Mi amuleto es mi linterna. Vivo días alegres. Te huelo en la cocina y te aferro a mi mano.

No te escucho por casa y te imploro. He aprisionado tu imagen en la pinza de las tarjetas de visita, bajo el flexo que ilumina mi portátil. Me gusta mirarte, he creado un templo y te rezo. Nunca creí en nada, mi después me hizo creer en ti. Necesito el amuleto, me aferro a tu imagen, necesito creer en algo, necesito creer en ti.

¿Qué ha pasado? Hoy me he despertado nerviosa, no te siento. He soñado con cuchillos, ratas, cucarachas y te he perdido. La palma de mi mano está vacía. Busco y rebusco y no te encuentro. Siento miedo, no sé continuar ¿Dónde estás? No podía perderte y me he despistado. Estoy ciega. La ansiedad me hace restregar los dedos contra las palmas esperando que brote alguna esquinita de mi amuleto. Sólo escucho rechinar las huellas de mis dedos contra mi piel vacía. Me asfixio, te has llevado el aire ¿Dónde está mi amuleto de la suerte? No hay días, ni momentos, ni minutos, ni segundos. Si te pierdes me pierdo, si no estás no soy capaz de construir mi destino, lo dejé en tus manos, si no lo quieres se pierde.

Mis días transcurren sin sentido, no tienen destinatario. Se perdió el antes, te fuiste con el durante y no existe el después.  Se me vierten los días.

Esta mañana me ha despertado una sonrisa. Anoche soñé con amigos, ropa limpia, un coche, alturas y Prince. He subido las persianas, el sol ha iluminado mi salón. He rellenado mis pulmones de luz y mientras preparaba un zumo de naranjas, fresas y plátano, mi móvil ha pitado impertinente. He sentido tu roce por el pasillo.